miércoles, 10 de junio de 2015

ECOS DE LA VINOTINTO EN EL INVIERNO AUSTRAL DE 1991




 
Laureano Jaimes, capitán Vinotinto, en el juego vs Argentina


Rafael Lastra Veracierto




Hace cuatro años en la tanda de penales en Mendoza, la brizna del Olimpo acarició el rostro Vinotinto. La insurgencia de los hombres de César Farías asombró a un continente que siempre se mostró arisco con Venezuela.

Pero no vamos a rememorar aquella gesta de tangos y despechos. Hoy se nos antoja hacerle un guiño a la Venezuela de Don Víctor Pignanelli en la Copa América Chile 1991.

Y aunque el balance fue magro, definitivamente desolador (un gol anotado, 15 encajados y cero puntos), aflora el recuerdo de una propuesta renovadora del DT uruguayo de voz ronca, paso lento y convicciones firmes.

“He tenido que repasar fundamentos técnicos básicos. Eso no me corresponde, pero es que damos muchas ventajas cuando vamos a competir”, nos confesaría quien dirigió en Venezuela a Pepeganga Margarita, Monagas SC, Trujillanos, Llaneros y al Minervén de los amores insondables de cuartos de final de la Copa Libertadores de América de 1994.

Entonces, habían transcurrido 3 años de la Copa América del invierno austral y las lluvias glaciares, en la que Venezuela jugaría buenos minutos iniciales ante el anfitrión y Argentina.

En el debut en el estadio Nacional, hubo arrojo y valentía. El guardameta Franco Fasciana se convirtió en una muralla con impronta desafiante. Se apoyó en el voluntarismo y la ubicuidad del cumanés Champion Marcano. Parecía que el nubarrón se posaba sobre las nubes de Santiago.

Pero, dos goles de cabeza de Zamorano calmaron las angustias de una nación que recién quería gritar todo lo que le censuraron en 17 abriles de oprobio.

“Nos ganaron, pero nos defendimos con dignidad y les complicamos la vida. No nos golearon como querían”, recordó Marcano, cuya convocatoria fue muy discutida en los mundillos del balompié local.

“¿Quién es ese negro?”

En el siguiente partido frente a Argentina, Bilardo no cesaba en los mohínes de su rostro. Un carajito de 19 años, un tal Stalin Rivas, era la causa de sus preocupaciones. “¿Quién es ese negro?”, se preguntaba el narizón.

El moreno natural de Unare, estado Bolívar, dejaba regadas las cinturas albicelestes, con desparpajo e inocultable calidad técnica. Por un buen rato, los ojos de los agentes internacionales se fijaron en él hasta que llegaron los tres goles de la suficiencia.

¡Claro que era un sueño imaginar algo para Venezuela cuando Argentina tenía en sus alforjas al goleador del momento, Gabriel Omar Batistuta, a Leo Rodríguez, Caniggia, Cholo Simeone y Cabezón Ruggieri, quienes finalmente se llevaron el título en disputa!

Lamentablemente aquella selección Vinotinto fue víctima de la deficiente preparación física y ya no pudo trasladar a la cancha las continuas orientaciones psicológicas del profe Pignanelli (“recuerden que son 11 hombres como ustedes, son seres humanos, vamos a sorprenderlos”…). 

Vinieron las goleadas de 0-5 con Paraguay y 1-5 contra Perú. En ese último compromiso, Miguel Pochito Echenausi, hijo de Ramón, jugador vinotinto entre 1977 y 1982, se sacudió con el gol de la honra.

Dos años después, en la Copa América Ecuador 1993, se dio el gusto de que lo acompañara todo el país. ¡Qué grande Miguel, no lo olvidaremos jamás!

Y esa diana del recuerdo difuso de medianoche (el partido fue transmitido en diferido por RCTV en la voz de Lázaro Papaíto Candal), es símbolo de la dignidad de esos muchachos, de esos tipos que como Miguel Echenausi, Ceferino Bencomo, Stalin Rivas, Rafael Dudamel, Roberto Cavalho, Laureano Jaimes y Franco Fasciana mostraron deseos de superación en medio de la infartante clandestinidad mediática.

Twitter: @Rala1970


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