miércoles, 18 de diciembre de 2013

EPA RICHARD: ¡VUELVAN CARAS!





Rafael Lastra Veracierto

Ratomir Dujkovic (1992-1995) hizo énfasis en la profesionalización del jugador venezolano y le dio facilidades en indumentaria y material de trabajo; además de dignificar traslados y hospedajes en las competencias de Conmebol.
José Omar Pastoriza (1998-2000) revalorizó el concepto de la selección nacional y motivó a un grupo de jugadores para obtener algunos resultados positivos.
Richard Páez Monzón (2001-2007) transformó la mentalidad derrotista del futbolista venezolano y levantó para siempre su moral. Desde entonces, la Vinotinto constituye un patrimonio de unión para los venezolanos.
César Farías (2008-2013) fue el artífice del recambio generacional y la actual competitividad de la Vinotinto en Suramérica.
En las antípodas de la inutilidad por ahondar sobre el ciclo Farías, se avisora la Copa América Chile 2015. Será un año completo sin competencia oficial, un tiempo propicio para convencer a la cúpula de la Federación Venezolana de Fútbol (FVF) sobre la conveniencia de elegir antes del 15 de enero al nuevo timonel de la Vinotinto.
Lamentablemente, la FVF adelantó un retroceso histórico que aún pudiera rectificar: aguardar hasta mayo de 2014, cuando termine el torneo clausura y se dispute la estrella del campeonato 2013-2014, para despejar la incógnita.
¿Acaso volveremos al pasado funesto de desperdiciar meses de trabajo con la selección? ¿Quién realizará el seguimiento a los jugadores del extranjero? ¿Se estará pensando en no planificar ningún partido amistoso entre enero y mayo? ¿Será que se olvidaron las humillaciones de otrora?
Si la FVF está dispuesta a “tomar el sartén por el mango” y no malograr la heredada competitividad internacional de la época de Farías, está obligada a nombrar al nuevo seleccionador nacional.
Los que defienden los seis títulos domésticos de Noel “Chita” San Vicente y por añadidura, destacan la reciente conversación con el mandamás federativo para mejorar las relaciones, son tan respetables como los que propugnan a Saragó e incluso, a Rafael Dudamel, por el acceso a la copa del mundo Sub-17.
No obstante, por la magnitud del compromiso en Conmebol, habría que volver la mirada hacia Richard Páez Monzón, flamante campeón con Mineros de Guayana en el torneo Apertura.
Y no solamente porque Páez haya obtenido ese performance en la tierra del Precámbrico. Es que no hay otro entrenador en el país con la experiencia internacional que requiere la Vinotinto absoluta, que garantice, al menos en teoría, la posibilidad de sostener en liza los buenos resultados con la mente puesta en Rusia 2018.
Perfil ideal
En el colofón de la última eliminatoria suramericana, cuando Uruguay había clavado la espada lacerante con aquel 0-1 injusto e inmerecido en Puerto Ordaz, pudimos conversar por el hilo telefónico con César Alejandro Farías. Ningún otro periodista lo logró en aquellos días lúgubres, de desmesura y hostilidad.
“Si no se pudiera clasificar al Mundial, el nuevo técnico de la Vinotinto tendría que poseer la experiencia internacional que necesita Venezuela para competir con reales opciones. No es fácil manejar una eliminatoria como ésta”, nos confió Farías, quien por aquellos días se aferraba al talismán de las matemáticas.
Aunque nunca lo declaró públicamente, el perfil prefigurado por el entrenador cumanés apuntaba hacia Richard Páez, el único DT nacido en Venezuela que ha ganando un trofeo en el balompié internacional: la Copa Colombia con Millonarios de Bogotá en 2011.
Pero, además, con la Vinotinto en 2002 posibilitó una cadena de triunfos inimaginables (cayeron seguido Uruguay, Chile, Perú y Paraguay) para una selección venezolana de fútbol en la historia del premundial suramericano.
Definitivamente, la idea de retomar la propuesta de Páez, no resulta descabellada. Todo lo contrario: proviene de la lógica cartesiana y descansa sobre la base de la meritocracia deportiva.
Máxime cuando el título conquistado con Mineros, devolvió la fe en el fútbol espectáculo, en la identidad del balón bien trenzado, con asociaciones talentosas, y en todo aquello que hizo de Richard Páez un caudillo venerado por la opinión pública nacional.
“Siempre estaremos abiertos para la Vinotinto, porque es un orgullo y además, creo que debemos hacer un gran esfuerzo por crecer más, con una aspiración que ya no puede ser otra que ir a un Mundial de fútbol de mayores”, ha dicho Páez.
En la vuelta olímpica que el pueblo guayanés esperó por 24 años, Páez esquivó todo lo relacionado con la Vinotinto. “Vamos a ser pacientes”, repetía eufórico en Cachamay, mientras era abrazado por sus dos nietas y su esposa Yajanira.
Es el gran caudillo de Portuguesa FC, Estudiantes de Mérida, Deportivo Táchira y Universidad de Los Andes.
El único que derrotó a una selección de Argentina como jugador (Suramericano Juvenil de Paraguay en 1971) y director técnico (Suramericano Juvenil de Uruguay 2003).
El mismo que en 1999 estuvo a un tris de llevar a Estudiantes de Mérida a la inédita semifinal de Copa Libertadores de América.  
Richard Páez Monzón, el que condujo en las tribunas del mítico Centenario (2004) la gesta heroica más importante de la Vinotinto: golear a Uruguay por 3-0. “Sólo se lo dedico a esos héroes anónimos que sufrieron las humillaciones; este triunfo es de toda Venezuela”, dijo entonces.
Así, simple: Richard Páez.

lunes, 14 de octubre de 2013

LA IMPOSIBILIDAD DE SOBREVOLAR EL MATO GROSSO



El recambio generacional es para tomar en cuenta

Rafael Lastra Veracierto

Ocho procesos eliminatorios sucedieron a la imagen que gracias al Internet y Youtube, no queda impune. El que quiera lo puede comprobar: el instante, el momento en que la valentía de un portero venezolano, en este caso Vicente Vega (padre de Renny para más señas) enfrentó a Zico.

La grama del Olímpico, siempre maltratada, atestiguó junto a 30 mil almas (unas cuantas verdeamarillas), aquella desigualdad deportiva. Pero, Vicente lo asumió con una seriedad improbable de relatar. Se quedó en el medio, no se lanzó a aventurar y la estrella de Flamengo (el club de mayor hinchada en Brasil) marcó al minuto 81 el tanto que le dio el triunfo al Scratch de Telé Santana.

Desde entonces, vale recordar en 1981, me uní al sentimiento por la Vinotinto. Me enganché del color de esa camiseta de Pedro Acosta, Pedro Castro, Mario Bosetti, Víctor Filomeno, Chiquichagua Marín, Ramón Pocho Echenausi, Emilio Campos, Juan José Scarpeccio, el paisano Iván Tiburón García… ¡benditos los vientres de sus madres! Siempre serán unas heroínas por haber parido a esos tipos, a esos guerreros, que al mando de un maestro de maestros, Walter Cata Roque, venido de la República Oriental del Uruguay, insuflado de la epopeya del oro de 1924 y 1928, supo guiar a los criollos en aquella tarde caraqueña.

Por eso, me duele, carajo, y mucho, la Vinotinto. Y en particular, esta eliminación a Brasil 2014, con la mejor generación de jugadores nativos, con tipos formados en Europa y Suramérica, con Farías como técnico irreverente y sabio –hay que decirlo aunque me persigan enemigos pueriles y desorbitados-, con la ausencia de Brasil y por supuesto, con la ilusión de más de 30 millones de venezolanos, buena parte de ellos muy jóvenes y sin haber visto la era de las goleadas y las humillaciones; muchos de ellos con la última tecnología en la mano, sin remotamente haber revisado el video en Youtube de Vega versus Zico, y con el corazón desbocado por apreciar a su selección en la copa del mundo. 

Por todo esto y aún más, duele que no estemos en Brasil 2014.

Lógica cartesiana

Aún así, hay planteamientos que es necesario exponer para que la razón prevalezca y puedan resteñarse las heridas de cara al porvenir.

Y eso intentaremos, para beneplácito de la lógica cartesiana y para no sobrecargar de sentimientos al noble corazón, a la llama desmesurada de la juventud en ciernes.

¿Acaso César Farías es el único y absoluto responsable de la eliminación? Por allí pasa la furia mediática y esnobista que atormenta a cualquier desprevenido lector, radioescucha o televidente. Mientras no abundan las mentes y plumas reposadas que aluden al contexto, y como en el fútbol el DT se tiene que largar si no consigue los objetivos esenciales, entonces resulta fácil deducir que Farías culminó su ciclo y tendrá que abrirse el debate para un nuevo entrenador.

Ese argumento manido, gastado, exageradamente utilitarista y además, anticipado –porque al tipo lo querían fuera desde antes de la Copa América de Argentina 2011, donde por cierto llevó a Venezuela a su mejor figuración histórica-, no tiene sentido analizar.

Si se pretende más mesura y serenidad en el pensamiento, mayor cordura escolástica, bien vale la pena transitar por el diálogo aunque al final persistan las diferencias.

Farías, al ser el entrenador de más trascendencia no solo mediática sino en referencia a logros deportivos comprobados (4º lugar de la Copa América en 2011; sexto peldaño inédito en un premundial; ganar por primera vez en la altura de La Paz; vencer por primera vez a una selección de Brasil y además no caer en los dos siguientes compromisos oficiales; clasificar por primera vez a un Mundial juvenil de la FIFA; derrotar a Paraguay en Asunción y batir a Argentina que era el último rival suramericano que siempre nos había superado, así como obtener la más reputada clasificación en el ranking FIFA de toda la historia de nuestro fútbol), merece que le reconozcamos la dimensión de su trabajo y luego, sobre la base del incumplimiento de la meta, aceptemos que el cambio de adiestrador es apenas la punta del Iceberg del devenir Vinotinto.

No vamos a polemizar con voces altisonantes, destempladas que únicamente aguardaron por el empate a uno con Paraguay en San Cristóbal, como preludio de apócrifas clarinadas.

Tenemos absolutamente claro que la selección Vinotinto debería tener un nuevo entrenador, pero sin menoscabar el acervo de Farías e incluso, de Richard Páez o de José Omar El Pato Pastoriza.

Por cierto, si me preguntan rápidamente, les diremos que Páez tiene un peso muy importante para ser considerado en esa lista de la Federación Venezolana de Fútbol. La experiencia del merideño en una eliminatoria mundialista supone una ventaja comparativa y competitiva, para nada desdeñable. Luego, consideramos a Dudamel, Maldonado, Saragó y San Vicente. ¿O un extranjero? No estamos seguros de su conveniencia con las débiles estructuras de un fútbol que como el venezolano, tendría que agradecer a la providencia que sus representativos menores hayan ingresado a citas orbitales.

Si ello sirve para solazarnos, siempre escuchamos a colegas de Suramérica recalcar que el día en que nuestro balompié clasificara primero a mundiales juveniles y de menores de la FIFA, era cuando estábamos realmente preparados para dar el gran salto al de mayores.

Examen de conciencia

Aún así, quisiéramos examinar las causas de la eliminación a Brasil 2014 y creemos que lo más evidente ha sido la derrota frente a Uruguay en Puerto Ordaz. No descubrimos el agua tibia. 

Fue un partido jugado con intensidad, poco orden táctico y donde tenemos que admitir, por Dios santo, que la retranca de Godín y Lugano nunca había sido exhibida en estas eliminatorias. Que Farías debió jugársela con Aristiguieta como compañero de Rondón en el ataque. Quizás. Pero, en los minutos que se desgastó con el muro infranqueable de la Celeste, El Colorao demostró total inoperancia. Como Rondón, quien solo pudo voltearse, de cara al arco de Muslera, en una ocasión.

Algunos amigos aducen que esa noche en Cachamay, Farías debió dejar asociarse al equipo y no hacerlo tan largo, tan dependiente de los pelotazos. Es discutible. De todos modos, Rondón se volteó en una ocasión en el partido. Todas las pelotas divididas fueron para los charrúas. Hasta el goleador Cavani despejó balones de su área. La película de horror culminó con tiros en las proximidades de los palos y un dominio territorial inefectivo para acercarse a un empate salvador.

Ese partido fue imposible para la Vinotinto. Por donde se hubiera buscado. En el fútbol, hay desafíos así y lamentablemente, llegó para expulsarnos de la zona de clasificación a Brasil 2014.

No concuerdo con quienes señalan que talentos como Yohandry Orozco o Rómulo Otero eran los más apropiados para vulnerar el cerrojo de Godín y Lugano. También es relativo. Cualquier recambio iba a sufrir el establecimiento de ese bunker. No había garantía de nada. El fútbol es como la vida.

Sí convenimos que el partido anterior, con Bolivia en La Paz –donde solo Farías ha obtenido puntos para Venezuela- al técnico cumanés se le fue la mano con la regulación de la victoria y en el tropel de intentonas, el elenco del Altiplano aprovechó el error en la salida de Renny Vega, para igualar la pizarra 1-1. Esos dos puntos y los otros tres ante Uruguay, sentenciaron el sueño mundialista de Venezuela.

La bronca en Lima

Pero, vamos más atrás sin referirnos a la derrota en Puerto La Cruz contra Chile (0-2) o el empate con Ecuador (1-1). Esos accidentes son perfectamente posibles en eliminatorias tan extensas como las de Conmebol.

Recordamos nítidamente el partido en el estadio Nacional de Lima, cuando se iba ganando 1-0 con una joya de tiro libre de Juan Fernando Arango. Ese tipo de partidos, tan complicados y jugándose en la cornisa de la eficiencia táctica, tienen que pensarse mejor en el descanso. No comprendemos qué ocurrió. Pero el libreto del orden y el manejo de los tiempos del mediocampo se extraviaron.

Un equipo como el peruano, débil en su ejercicio táctico y valiéndose de una inspiración atropellada de Farfán, acabó con la proyección ideal. No entendimos porqué se arrinconaron las líneas venezolanas y cuando se pudo reaccionar ya el 1-2 era una terrible realidad.

Por ortodoxia de pizarrón, Venezuela dejó escapar uno o tres puntos que en términos reales, aderezaban la ilusión de sumar unidades para viajar a Brasil 2014. Los propios peruanos se extrañaron del repliegue repentino de Venezuela y fueron por su botín. Allí, la responsabilidad de Farías fue evidente.

En el siguiente cotejo con Paraguay (el peor seleccionado guaraní de la historia premundialista) en Defensores del Chaco tuvo que rectificar. ¡Y de qué manera! Asistimos a una selección Vinotinto ofensiva, con variantes frescas y Salomón Rondón enchufado para lo inédito: un triunfo en tierras guaraníes.

Aún así, esa fórmula del recambio posicional y ofensivo se volvió a utilizar in extremis en los últimos dos compromisos ante Perú y Paraguay en Puerto La Cruz y San Cristóbal, respectivamente, pero los resultados no acompañaron a la Vinotinto. ¿Qué sucedió entonces? ¿Desgaste de los jugadores de Europa? ¿Bajón físico o falta de actitud? Algunos dicen que se desconectó el discurso de Farías de la atención de los jugadores…

El que afirme que la victoria 3-2 ante Perú rememoró el 0-2 a favor en Asunción, no atinará correctamente ni en los tiempos ni en las necesidades del equipo nacional. En Paraguay, se dominaron las acciones, se tuvieron pocas falencias defensivas y se concretaron las opciones de gol con autoridad.

Ante Perú, pese a ser más en la cancha, el conjunto nacional se desbocó peligrosamente, entregó franjas del terreno que un rival más asertivo pudo haber capitalizado. A quien escribe, ese 3-2 terminó siendo el preludio de la angustia y la desesperación de lo que se plasmó en San Cristóbal.

En ese último partido ante Paraguay, si bien sobró corazón y ganas para vencer, falló la profundidad y cierta actitud más firme para encauzar la victoria. En esta oportunidad, el seleccionado criollo no se quebró en sus líneas, pero igual fue ineficiente. No apareció el jugador distinto que sí tiene Uruguay en Suárez o Cavani; Argentina con Messi, Higuaín o di María; Perú en Guerrero; Chile en Sánchez y Vidal. ¿Acaso ya Farías no ejercía el liderazgo ante sus jugadores? No sería objetivo afirmarlo.

No obstante, en esta etapa decisiva del premundial siempre ha sido nefasta para Venezuela. No es el partido de la quinta fecha contra Chile. No. Ha sido el envión de la segunda ronda de partidos oficiales. ¿Disminuyó el estado físico? No lo sabemos con exactitud.

Quien tome las riendas en el futuro inmediato debe analizar rigurosamente este asunto y otros que seguramente, la era Farías ha prefigurado. Por ejemplo, la Copa América Chile 2015 se avisora en el nuevo peregrinaje. ¿Estarán Arango, Amorebieta, Túñez, Lucena o Maestrico González?

Es como para convencerse que el recambio generacional y la competitividad en Suramérica, que indudablemente se fortalecieron en el ciclo de Farías, constituyen herencias formidables.

Mientras, el balón no se detiene. Nada de pausas trasnochadas o análisis plañideros. La Vinotinto está incrustada en el alma de millones de venezolanos, mucho más que aquella tarde soleada de 1981 en el Olímpico de nuestra Alma Mater.

martes, 13 de agosto de 2013

EL PIBE DE LA VINOTINTO ORBITAL

La Vinotinto es un símbolo de la unión nacional

RAFAEL LASTRA VERACIERTO

¿Por qué decidí abrir este blog Vinotinto Orbital? Aunque las responsabilidades suelen ser individuales, debo honrar el mérito a mi amigo Víctor José López, conocido en el mundo taurino y del periodismo deportivo como El Vito.

Y va de cuento

En agosto de 1993, aún sin graduarme de Licenciado en Comunicación Social en la ilustre UCV, llegué a la redacción del diario Meridiano, dirigida entonces por El Vito. Había gente talentosa: Peggy Quintero, Juan Leonardo Lanz, Alfredo Villasmil, Leonardo Picón, Manuel Rodríguez, José Rubicco Huertas, Fernando “Pollo” Sosa y César “Nanú” Díaz, inefable editor y diletante de café de lo que tanto nos apasiona: el fútbol.

Consciente de que las historias del balompié venezolano terminaban en goleadas inmisericordes, humillaciones por doquier y ataviadas de la ausencia de héroes, emprendimos el camino de presentar los textos periodísticos asidos a la estructura circular (escuela funcionalista americana, para los estudiosos de la comunicación social) y a la crónica futbolística propia de las revistas y periódicos de Suramérica.

“Estos carajitos creen que leyendo a García Márquez me van a joder. El periodista que no escriba la historia del mundo en una cuartilla, mejor que haga otra vaina”, repetía incesante El Vito en sus deliberaciones vespertinas, a vox populi, en plena redacción hirviendo por la elaboración de las noticias.

Nunca me sentí intimidado por esos cuestionamientos. Todo lo contrario. El entusiasmo por mantener la disidencia hacia el periodismo tradicional (lead, cuerpo y cola), sin dejar de informar –primera misión de un periodista vocacional-, presionó las compuertas de la creatividad, bendita creatividad, que supone la impronta personalísima a cada realización intelectual. Soy un obstinado y celoso de tal premisa. Y quizás por ello me convertí algún tiempo después, en un editor de sutilizas exigentes.

Fueron días, meses y años de aprendizaje. Asimilé la preeminencia por el béisbol; tuve que apoyar las coberturas de juegos de “la pasión nacional”. Confieso que con no poca resistencia, aprendí a anotar, a grosso modo, un partido de béisbol. “Pibe tienes que hacer un jueguito a la semana; el fútbol no te va a execrar”, me recordaba entre risas el colega Manuel Rodríguez.

Un día de 1995 reclamé la primera página del “diario sin paralelo” para alentar a los aficionados del Caracas FC contra Cerro Porteño de Paraguay en un cotejo de fase de grupos de Copa Libertadores de América. El Vito me miró a los ojos y me dijo que exponía su pellejo si ocurría un descalabro. Lo convencí con la certidumbre de que a las seis de mañana del día siguiente miles de venezolanos observarían primero el titular del periódico (decía: “Vamos Caracas”) antes de indagar cómo bateó Andrés Galarraga. 

Las mieles de aquella victoria profesional no las pude disfrutar. El Vito me acompañó al Brígido Iriarte, atestado con 15 mil almas en los graderíos, y al final, con un terrorífico 6-0 en contra, solo espetó: “Pibe (así me llama aún), el fútbol orbital que tú pregonas anda muy lejos de Venezuela”. Fue devastador.

Muchas tardes posteriores al desagradable recuerdo, continuó con su prédica, pero también apreciaba su reconocimiento hacia mi visión de presentar las noticias del fútbol venezolano desde otra perspectiva.

Una década después, aún con el timonel de Meridiano, El Vito recordaba algunas de mis crónicas publicadas, con la inclusión de los sustantivos orbital y armisticio. Creo que entendió que no eran “sureñadas caprichosas”. Admito, sí, que era la compulsión por ganar los centímetros del protagonismo para la Vinotinto.

Unos meses antes de irme de Meridiano, me dijo que “no podrás decir que te he censurado una línea. Hasta me peleo en las reuniones para apoyarte”. Y sé que siempre fue así, amigo.

Hoy, discurre mucha agua en el caudal del balompié venezolano. Hoy siento que emerge aquella fuerza centrífuga que auspiciamos -ya no desmesurada e inexperta-, con la suficiente argumentación como para alimentar el sueño orbital que tanto soportó mi jefe y mejor amigo, Víctor José López.




miércoles, 31 de julio de 2013

CÉSAR FARÍAS: CUCHILLO ENTRE LOS DIENTES Y EPICENTRO DE LA CONTROVERSIA

César Alejandro Farías, DT de la Vinotinto

RAFAEL LASTRA VERACIERTO

César Alejandro Farías Acosta, nacido en Güiria (estado Sucre) el 7 de marzo de 1973, es el actual Director Técnico de la selección venezolana de fútbol, con la que que pretende clasificar por primera vez a un Mundial de mayores organizado por la FIFA. 

Tras asumir como seleccionador Vinotinto el 18 de diciembre de 2007, en reemplazo de Richard Páez Monzón, quien había iniciado el cambio mental, psicológico y deportivo del futbolista venezolano en el contexto de Suramérica, Farías condujo a la selección local en gran parte de las respectivas eliminatorias mundialistas. 

Debutó ante Uruguay con un meritorio empate 1-1 en Montevideo y culminó con otra igualdad (0-0), pero histórica por ser el primer punto oficial que un combinado absoluto de fútbol de este país alcanzara frente a Brasil y para más señas, en territorio amazónico: en la localidad de Campo Grande.

Fueron 16 puntos para Farías y seis para Páez, para un total de 22, que dejaron a la Vinotinto a sólo dos unidades de acceder al repechaje del Premundial, ganado finalmente por Uruguay. Aún así, es el más relevante registro de la Vinotinto en todas sus participaciones premundialistas desde 1965, cuando apareció por primera vez en unas eliminatorias suramericanas a la copa del mundo.

Convencido del equilibrio táctico, y además catalizador del relevo generacional en la Vinotinto, César Farías ha sido capaz de conseguir resultados internacionales elogiosos, como el del 7 de junio de 2008, en un cotejo amistoso en el estadio Gillette Stadium de Boston, cuando Venezuela derrotó 2-0 a Brasil.

También, bajo su mando, Venezuela ganó inéditamente en la altura de La Paz, capital de Bolivia, luego de una planificación médica y deportiva basada en los jóvenes integrantes de la selección Sub-20 que clasificó al mundial de la edad en Egipto en 2009. Todos los cotejos premundialistas previos en el estadio Hernando Siles de La Paz, terminaron en goleadas para Venezuela.

En la última Copa América de Argentina en 2011, Farías llevó a la Vinotinto a un inédito e impensado cuarto lugar, luego de vencer a Ecuador (1-0) y emparejar a cero con Brasil y 3-3 con Paraguay en la fase de grupos; batir a Chile (2-1) en cuartos de final y sucumbir en penales con Paraguay, una vez que en 120 minutos no se marcaron goles. En el partido por el tercer peldaño, Perú goleó 4-1 a Venezuela.

La fragua de un entrenador

A principios de los años noventa, Farías fue jugador del Monagas Sport Club, de la primera división del fútbol rentado. Obtuvo el título de entrenador nacional en 1994 y en ese mismo año, en la isla de Margarita, recibió el certificado del Curso FIFA, de la mano del instructor Miljan Miljanic, ex entrenador de la selección de Yugoslavia en los mundiales de 1974 y 1982, así como del Real Madrid, Valencia y Estrella Roja.

César Farías comenzó su carrera profesional como asistente técnico de José Cherry Gamboa (delantero de la Vinotinto que conquistó la medalla de oro del fútbol de los centroamericanos de La Habana’82) en una selección nacional infantil que disputó sin mucho éxito uno de los tantos torneos internacionales (denominados coloquialmente “mundialitos”) que se organizaban en Venezuela.

Continuó sus aprendizajes al lado de Lino Alonso, entrenador de origen español del Galicia FC, Deportivo Chacao y numerosas selecciones menores de Venezuela en los años 80 y 90. Actualmente, Alonso es asistente técnico de Farías en el seleccionado de mayores e igualmente, lo fue en el elenco Sub-20 que intervino en la copa orbital de la edad, en Egipto 2009, y que llegara hasta octavos de final.

En 1998, César Farías se coronó con el Nueva Cádiz de su natal Cumaná en la categoría Sub-20. Allí enfrentó en la final a la UCV de Aragua, donde militaba Juan Arango, su vigente capitán de la Vinotinto. Un año más tarde, condujo al título de la segunda división al citado equipo oriental y ascendió la división de honor.

En 2001, César Farías asumió el timonel de Zulianos FC, que se adjudicó el derecho deportivo a la primera división, pero al carecer de cancha apropiada, la Federación Venezolana de Fútbol le otorgó esa credencial al Unión Atlético Maracaibo, propiedad del entonces alcalde de la ciudad, Giancarlo di Martino.

Un año después, el entrenador cumanés regresó a la primera división del balompié patrio para salvar desde el banquillo al Trujillanos FC, un modesto club andino que tuvo buenos resultados en la Copa Libertadores de América de 1995, frente a los paraguayos Olimpia y Cerro Porteño.

FOX Sport lo enaltece

Entre 2003 y 2005, estuvo al frente del Deportivo Táchira, que en la Copa Libertadores de América de 2004 vio fructificada la gloria deportiva, al clasificar (en calidad de invicto) a cuartos de final, emulando a Minervén (1994) y Estudiantes (1999). Más recientemente, en 2009, se anexó a este selecto grupo el Caracas FC.

“Fue una campaña formidable, con un grupo humano y profesional de primer nivel. Por eso, pudimos darle esa gran alegría a un club de tanto raigambre como el Deportivo Táchira y por supuesto, al fútbol venezolano”, dijo entonces Farías.

Con ese performance de Farías con el Deportivo Táchira en la Libertadores de 2004, la cadena televisiva FOX Sports lo postuló como entrenador suramericano del año. Si bien, no mereció el premio para los evaluadores, nunca antes un director técnico de fútbol de Venezuela había sido considerado para tal distinción. 

En 2006, César Farías llevó las riendas de Mineros de Guayana y quedó invicto, aunque eliminado, de la fase preliminar de la Copa Suramericana, ante el Deportes Tolima de Colombia. Luego, se marchó al naciente Deportivo Anzoátegui y estuvo cerca de arrebatarle la diadema del torneo doméstico al siempre favorito Caracas FC.

En el ojo del huracán

Desde que se encargara como DT de la Vinotinto a fines de 2007, César Farías ha estado en el centro de la polémica. Es un hombre de firmes declaraciones y respuestas ásperas con los periodistas.

En las eliminatorias suramericanas al Mundial de Suráfrica 2010, el adiestrador sucrense enfrentó reiterados cuestionamientos en distintos medios de comunicación social, pero siempre ha contado con el respaldo irrestricto del presidente de la Federación Venezolana de Fútbol (FVF), Rafael Esquivel Melo.

“Yo voy de frente, pongo la cara y no me escondo: respeto a los periodistas serios, pero es que hay algunos que no merecen ese título; son ignorantes y no saben, por ejemplo, que el fútbol venezolano existe desde hace muchos años”, ha reiterado al respecto.

Farías se ha defendido negando que su estilo de juego esté en contradicción con la identidad futbolística y los logros de su antecesor, Richard Páez, de origen merideño y uno de los más emblemáticos jugadores del balompié patrio, junto a Alí Cholito Tovar, Luis Mendoza Benedetto, Stalin Rivas, William Méndez, Félix Hernández, Gabriel Miranda, Juan Arango y Ronald Vargas.

“Creo que todos debemos empujar hacia el mismo lado para darle a Venezuela su primera clasificación al Mundial de mayores. No importan las presiones que tengamos que seguir soportando: el objetivo está muy claro”, agregó Farías.

"No vine a la selección a discutir lirismo con ningún entrenador, dirigente o periodista. Entiendo que la victoria no tiene sustituto", declaró recientemente a un medio impreso del occidente del país.

Así tal cual, se presenta Farías: cuchillo entre los dientes y epicentro de la polémica. 

martes, 30 de julio de 2013

AQUEL GOL DE PEDRO ACOSTA EN LA GELIDEZ DEL CHATEAU CARRERAS


El capitán Pedro Acosta


RAFAEL LASTRA VERACIERTO

El alba de la Copa América 2011 surca los presagios vinotintos. Viene el sorteo oficial en La Plata, donde se intuye que Venezuela estará en la fecha de debut con el anfitrión. Nada nuevo. Ocurrió en la fecha inaugural de Brasil’89, Chile’91, Ecuador’93, Uruguay’95, Bolivia’97 y Colombia 2001.

Luego de la Copa América 2007, en la que se obtuvo el segundo triunfo en la historia (2-0 ante Perú) y el 5º lugar de la competencia, a la selección de Venezuela se le vuelve a considerar entre los más débiles, junto a Perú y Bolivia. Como hace 23 años, cuando la Conmebol otorgó a Argentina la responsabilidad de organizar el evento continental, bajo un formato más atractivo para la televisión internacional.

Hasta 1987, la Copa América para Venezuela había sido un acontecimiento muy ajeno. Sin imágenes en la pantalla chica y resignados a los despachos cablegráficos, los ciudadanos de este país conocieron en torno a la primera victoria (ante Bolivia 3-0) en el Centenario en 1967 y de los dignos empates 0-0 y 1-1 contra Colombia y Chile, respectivamente, en San Cristóbal, en la versión de 1979; y la paridad  sin goles en el Brígido Iriarte ante Chile, para favorecer la clasificación de Uruguay y su arrogante técnico, Omar Borrás, en la Copa América de 1983.

Las agencias internacionales también atestiguaron en 1983 la “patada alevosa” de René Antonio Torres al mediocampista Fernando Morena, uno de los jugadores más idolatrados de Uruguay y quien finalmente no se retiró producto de este infortunio. “Nos tuvieron seis horas con protección policial, dentro del camerino; la gente desató la furia contra nosotros”, recordó Carlos Cachorro Betancourt, integrante de ese seleccionado que conducía Cata Roque.

La clandestinidad de la Copa América para Venezuela culminó parcialmente con la instauración del nuevo esquema, a partir de 1987, y en ello hay que reconocer el esfuerzo de Radio Caracas Televisión, que se empeñó en transmitir (no siempre en vivo y directo) los encuentros de la selección absoluta de fútbol.

Y frente al eco cementero del Chateau Carreras en Córdoba, la Vinotinto que dirigía Rafa Santana (héroe de la victoria de 1967) saltó con el entusiasmo de su juventud para retar a Brasil. Pero, qué va: 0-5 y una sola vez, se atrevió a buscar el arco de Claudio Taffarel, mediante un disparo de media distancia de Pedro Febles. Eran los días del complejo de “hacerle un gol a Brasil”. Dos años después, en la Copa América de 1989, en el Fontenova de Bahía, Carlos Maldonado se encargó de acabar con aquel oscurantismo ofensivo ante la camiseta verdeamarilla.

Pero, volvamos al frío insondable de la noche de debut en Córdoba. Allí, el arquero César Guacharaca Baena y millones de venezolanos vivimos un episodio macondiano. Al iniciarse el segundo tiempo, cada vez que el meta guaireño iba a realizar el saque desde su pórtico, el balón se regresaba peligrosamente a sus predios, por efecto de los vientos huracanados. Hasta esas angustias hubo que sortear en un partido para el olvido eterno.

Sin la tensión del partido contra los amazónicos, los jugadores venezolanos sorprendieron a la pandilla chilena de Pato Yánez, Ivo Basay, Fernando Astengo y Juan Carlos Letelier. Esta vez, la maestría de William Méndez (el jugador de la técnica más depurada con balón al pie) puso en severos aprietos a la defensa araucana que no pudo evitar una falta en el área en su contra.

La pena máxima fue cobrada impecablemente por el capitán vinotinto, Pedro Acosta, pese al buen movimiento de adivinanza de Roberto El Cóndor Rojas, para el momento el más brillante guardameta de Suramérica. La Vinotinto empataba transitoriamente a un gol, mientras los 5 mil aficionados que pagaron su entrada, observaban con simpatía la rebelión de “los llaneros”.

En el complemento, la carencia física y la inequidad táctica condenaron a los criollos a otra derrota 3 x 1. Eran épocas muy difíciles, de frustraciones y complejidades estructurales, aún no resueltas por el devaneo mediático de la actualidad.

Veintitrés años después, el molino del viento tiene abundante agua. Y Venezuela no irá a precisamente a bailar tango.