El recambio generacional es para tomar en cuenta |
Rafael Lastra Veracierto
Ocho procesos eliminatorios sucedieron a la imagen que gracias al Internet y Youtube, no queda impune. El que quiera lo puede comprobar: el instante, el momento en que la valentía de un portero venezolano, en este caso Vicente Vega (padre de Renny para más señas) enfrentó a Zico.
La grama del Olímpico, siempre maltratada, atestiguó junto a 30 mil almas (unas cuantas verdeamarillas), aquella desigualdad deportiva. Pero, Vicente lo asumió con una seriedad improbable de relatar. Se quedó en el medio, no se lanzó a aventurar y la estrella de Flamengo (el club de mayor hinchada en Brasil) marcó al minuto 81 el tanto que le dio el triunfo al Scratch de Telé Santana.
Desde entonces, vale recordar en 1981, me uní al sentimiento por la Vinotinto. Me enganché del color de esa camiseta de Pedro Acosta, Pedro Castro, Mario Bosetti, Víctor Filomeno, Chiquichagua Marín, Ramón Pocho Echenausi, Emilio Campos, Juan José Scarpeccio, el paisano Iván Tiburón García… ¡benditos los vientres de sus madres! Siempre serán unas heroínas por haber parido a esos tipos, a esos guerreros, que al mando de un maestro de maestros, Walter Cata Roque, venido de la República Oriental del Uruguay, insuflado de la epopeya del oro de 1924 y 1928, supo guiar a los criollos en aquella tarde caraqueña.
Por eso, me duele, carajo,
y mucho, la Vinotinto. Y en particular, esta eliminación a Brasil 2014, con la
mejor generación de jugadores nativos, con tipos formados en Europa y Suramérica,
con Farías como técnico irreverente y sabio –hay que decirlo aunque me persigan enemigos pueriles y desorbitados-, con la ausencia de Brasil y por supuesto, con la ilusión
de más de 30 millones de venezolanos, buena parte de ellos muy jóvenes y sin
haber visto la era de las goleadas y las humillaciones; muchos de ellos con la última tecnología en la mano, sin remotamente haber revisado el video en Youtube de Vega
versus Zico, y con el corazón desbocado por apreciar a su selección en la copa del mundo.
Por todo esto y aún más, duele que no estemos en Brasil 2014.
Por todo esto y aún más, duele que no estemos en Brasil 2014.
Lógica
cartesiana
Aún así, hay planteamientos
que es necesario exponer para que la razón prevalezca y puedan resteñarse las
heridas de cara al porvenir.
Y eso intentaremos, para
beneplácito de la lógica cartesiana y para no sobrecargar de sentimientos al
noble corazón, a la llama desmesurada de la juventud en ciernes.
¿Acaso César Farías es el
único y absoluto responsable de la eliminación? Por allí pasa la furia mediática y
esnobista que atormenta a cualquier desprevenido lector, radioescucha o
televidente. Mientras no abundan las mentes y plumas reposadas que aluden al
contexto, y como en el fútbol el DT se tiene que largar si no consigue los
objetivos esenciales, entonces resulta fácil deducir que Farías culminó su
ciclo y tendrá que abrirse el debate para un nuevo entrenador.
Ese argumento manido,
gastado, exageradamente utilitarista y además, anticipado –porque al tipo lo
querían fuera desde antes de la Copa América de Argentina 2011, donde por
cierto llevó a Venezuela a su mejor figuración histórica-, no tiene sentido
analizar.
Si se pretende más mesura
y serenidad en el pensamiento, mayor cordura escolástica, bien vale la pena
transitar por el diálogo aunque al final persistan las diferencias.
Farías, al ser el
entrenador de más trascendencia no solo mediática sino en referencia a logros
deportivos comprobados (4º lugar de la Copa América en 2011; sexto peldaño
inédito en un premundial; ganar por primera vez en la altura de La Paz; vencer
por primera vez a una selección de Brasil y además no caer en los dos
siguientes compromisos oficiales; clasificar por primera vez a un Mundial
juvenil de la FIFA; derrotar a Paraguay en Asunción y batir a Argentina que era
el último rival suramericano que siempre nos había superado, así como obtener
la más reputada clasificación en el ranking FIFA de toda la historia de nuestro
fútbol), merece que le reconozcamos la dimensión de su trabajo y luego, sobre
la base del incumplimiento de la meta, aceptemos que el cambio de adiestrador es
apenas la punta del Iceberg del devenir Vinotinto.
No vamos a polemizar con
voces altisonantes, destempladas que únicamente aguardaron por el empate a uno
con Paraguay en San Cristóbal, como preludio de apócrifas clarinadas.
Tenemos absolutamente
claro que la selección Vinotinto debería tener un nuevo entrenador, pero sin
menoscabar el acervo de Farías e incluso, de Richard Páez o de José Omar El Pato Pastoriza.
Por cierto, si me
preguntan rápidamente, les diremos que Páez tiene un peso muy importante para
ser considerado en esa lista de la Federación Venezolana de Fútbol. La
experiencia del merideño en una eliminatoria mundialista supone una ventaja
comparativa y competitiva, para nada desdeñable. Luego, consideramos a Dudamel,
Maldonado, Saragó y San Vicente. ¿O un extranjero? No estamos seguros de su
conveniencia con las débiles estructuras de un fútbol que como el venezolano,
tendría que agradecer a la providencia que sus representativos menores hayan
ingresado a citas orbitales.
Si ello sirve para
solazarnos, siempre escuchamos a colegas de Suramérica recalcar que el día en
que nuestro balompié clasificara primero a mundiales juveniles y de menores de
la FIFA, era cuando estábamos realmente preparados para dar el gran salto al de
mayores.
Examen
de conciencia
Aún así, quisiéramos
examinar las causas de la eliminación a Brasil 2014 y creemos que lo más evidente
ha sido la derrota frente a Uruguay en Puerto Ordaz. No descubrimos el agua
tibia.
Fue un partido jugado con intensidad, poco orden táctico y donde tenemos
que admitir, por Dios santo, que la retranca de Godín y Lugano nunca había sido
exhibida en estas eliminatorias. Que Farías debió jugársela con Aristiguieta
como compañero de Rondón en el ataque. Quizás. Pero, en los minutos que se
desgastó con el muro infranqueable de la Celeste, El Colorao demostró total inoperancia. Como Rondón, quien solo pudo voltearse, de cara al arco de Muslera, en una ocasión.
Algunos amigos aducen que
esa noche en Cachamay, Farías debió
dejar asociarse al equipo y no hacerlo tan largo, tan dependiente de los
pelotazos. Es discutible. De todos modos, Rondón se volteó en una ocasión en el
partido. Todas las pelotas divididas fueron para los charrúas. Hasta el
goleador Cavani despejó balones de su área. La película de horror culminó con
tiros en las proximidades de los palos y un dominio territorial inefectivo para
acercarse a un empate salvador.
Ese partido fue imposible
para la Vinotinto. Por donde se hubiera buscado. En el fútbol, hay desafíos así
y lamentablemente, llegó para expulsarnos de la zona de clasificación a Brasil
2014.
No concuerdo con quienes
señalan que talentos como Yohandry Orozco o Rómulo Otero eran los más
apropiados para vulnerar el cerrojo de Godín y Lugano. También es relativo.
Cualquier recambio iba a sufrir el establecimiento de ese bunker. No había
garantía de nada. El fútbol es como la vida.
Sí convenimos que el
partido anterior, con Bolivia en La Paz –donde solo Farías ha obtenido puntos
para Venezuela- al técnico cumanés se le fue la mano con la regulación de la
victoria y en el tropel de intentonas, el elenco del Altiplano aprovechó el
error en la salida de Renny Vega, para igualar la pizarra 1-1. Esos dos puntos
y los otros tres ante Uruguay, sentenciaron el sueño mundialista de Venezuela.
La
bronca en Lima
Pero, vamos más atrás sin
referirnos a la derrota en Puerto La Cruz contra Chile (0-2) o el empate con
Ecuador (1-1). Esos accidentes son perfectamente posibles en eliminatorias tan
extensas como las de Conmebol.
Recordamos nítidamente el
partido en el estadio Nacional de Lima, cuando se iba ganando 1-0 con una joya
de tiro libre de Juan Fernando Arango. Ese tipo de partidos, tan complicados y
jugándose en la cornisa de la eficiencia táctica, tienen que pensarse mejor en
el descanso. No comprendemos qué ocurrió. Pero el libreto del orden y el manejo
de los tiempos del mediocampo se extraviaron.
Un equipo como el peruano,
débil en su ejercicio táctico y valiéndose de una inspiración atropellada de
Farfán, acabó con la proyección ideal. No entendimos porqué se arrinconaron las
líneas venezolanas y cuando se pudo reaccionar ya el 1-2 era una terrible
realidad.
Por ortodoxia de pizarrón,
Venezuela dejó escapar uno o tres puntos que en términos reales, aderezaban la
ilusión de sumar unidades para viajar a Brasil 2014. Los propios peruanos se
extrañaron del repliegue repentino de Venezuela y fueron por su botín. Allí, la
responsabilidad de Farías fue evidente.
En el siguiente cotejo con
Paraguay (el peor seleccionado guaraní de la historia premundialista) en
Defensores del Chaco tuvo que rectificar. ¡Y de qué manera! Asistimos a una
selección Vinotinto ofensiva, con variantes frescas y Salomón Rondón enchufado
para lo inédito: un triunfo en tierras guaraníes.
Aún así, esa fórmula del recambio
posicional y ofensivo se volvió a utilizar in extremis en los últimos dos
compromisos ante Perú y Paraguay en Puerto La Cruz y San Cristóbal,
respectivamente, pero los resultados no acompañaron a la Vinotinto. ¿Qué sucedió entonces? ¿Desgaste de los jugadores de Europa? ¿Bajón físico o falta
de actitud? Algunos dicen que se desconectó el discurso de Farías de la
atención de los jugadores…
El que afirme que la
victoria 3-2 ante Perú rememoró el 0-2 a favor en Asunción, no atinará
correctamente ni en los tiempos ni en las necesidades del equipo nacional. En
Paraguay, se dominaron las acciones, se tuvieron pocas falencias defensivas y
se concretaron las opciones de gol con autoridad.
Ante Perú, pese a ser más
en la cancha, el conjunto nacional se desbocó peligrosamente, entregó franjas
del terreno que un rival más asertivo pudo haber capitalizado. A quien escribe,
ese 3-2 terminó siendo el preludio de la angustia y la desesperación de lo que se
plasmó en San Cristóbal.
En ese último partido ante
Paraguay, si bien sobró corazón y ganas para vencer, falló la profundidad y
cierta actitud más firme para encauzar la victoria. En esta oportunidad, el
seleccionado criollo no se quebró en sus líneas, pero igual fue ineficiente. No
apareció el jugador distinto que sí tiene Uruguay en Suárez o Cavani; Argentina
con Messi, Higuaín o di María; Perú en Guerrero; Chile en Sánchez y Vidal.
¿Acaso ya Farías no ejercía el liderazgo ante sus jugadores? No sería objetivo
afirmarlo.
No obstante, en esta etapa
decisiva del premundial siempre ha sido nefasta para Venezuela. No es el
partido de la quinta fecha contra Chile. No. Ha sido el envión de la segunda
ronda de partidos oficiales. ¿Disminuyó el estado físico? No lo sabemos con exactitud.
Quien tome las riendas en
el futuro inmediato debe analizar rigurosamente este asunto y otros que seguramente,
la era Farías ha prefigurado. Por ejemplo, la Copa América Chile 2015 se
avisora en el nuevo peregrinaje. ¿Estarán Arango, Amorebieta, Túñez, Lucena o Maestrico González?
Es como para convencerse
que el recambio generacional y la competitividad en Suramérica, que
indudablemente se fortalecieron en el ciclo de Farías, constituyen herencias
formidables.
Mientras, el balón no se
detiene. Nada de pausas trasnochadas o análisis plañideros. La Vinotinto está
incrustada en el alma de millones de venezolanos, mucho más que aquella tarde
soleada de 1981 en el Olímpico de nuestra Alma Mater.
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